Decía Sergio Pablos, a propósito de Klaus (2019), que gran parte de su equipo fueron chicos recién licenciados, siendo este su primer trabajo pagado, mientras que, en su caso, acceder a participar en un largometraje le costó más de una década de experiencia. Tras estas palabras hay una feliz realidad: por un lado, la alta preparación con la que salen los alumnos actualmente de los centros de formación y, por otro, el gran número de producciones en marcha que pueden absorber ese talento. Un escenario en el ámbito industrial que por múltiples razones —tecnológica, de hábitos y modos de consumo, de demanda, etc.— apunta a permanecer, incluso mejorando, por tiempo indefinido.
Y de eso trata nuestro número 12: de animación y de realidad, del contacto con lo tangible de un medio cuya esencia es lo imaginario, de las conexiones de nuestro arte con lo mundano, como es su financiación o promoción, con la evolución humana, como la política y la filosofía, y también con lo más vergonzoso de nuestra especie, como el racismo o el genocidio. Estos son los aspectos recogidos en los interesantes textos que les presentamos y cuya lectura nos confirma que, en ocasiones, la realidad supera o superó la ficción, reconciliándonos o abominando de ella.
Así, desde Con A de animación tenemos el honor de dar a conocer el primer estudio sobre el cortometraje de dibujos animados español más antiguo conservado. Nos referimos a Francisca, la mujer fatal (K-Hito, 1933), obra recientemente recuperada por la Filmoteca de Zaragoza en colaboración con la Filmoteca Española. Se trata de un texto invitado que contextualiza el primer intento serio de empresa animada en nuestro país a través de la SEDA (Sociedad Española de Dibujos Animados) y que retrata una heroica realidad pionera donde las dificultades de financiación y distribución eran suplidas por la pasión y el empeño de sus creadores. Con este artículo, “Animación republicana: entre la transmedialidad y la radicalización ideológica”, utilizando como excusa el hito de la restauración de la citada película, los “codornizólogos” Aguilar y Cabrerizo, como gustan definirse —de amplio bagaje en el ensayo histórico cinematográfico—, consiguen transportarnos al singular panorama político y creativo de la España de preguerra.
Dentro de los contenidos de Investigación de algunas de las realidades que afectan, o afectaron, a la animación, leeremos “La fusión de realidad y ficción en las acciones promocionales no convencionales de Pixar”, por David Selva-Ruiz, de la Universidad de Cádiz, donde conoceremos las campañas más especiales de marketing del gigante Pixar que, expandiendo los universos de sus películas, materializan la ficción hasta límites ciertamente divertidos e indistinguibles de la realidad. Le sigue “Financiación pública del ICAA en el cortometraje animado en España (2008-2018)”, por Adriana Navarro, del Volda University College, un minucioso repaso en el que la autora pone de relieve la posible causa-efecto de las políticas de subvención nacionales en ámbito del formato corto. Seguidamente leeremos “Posmemoria y trauma animado de la imagen perdida. Los planteamientos narrativo y estético de Funan (2018) de Denis Do”, por Álvaro Martín Sanz, de la Universidad Carlos III de Madrid, un estudio sobre la reconstrucción a través de diferentes representaciones gráficas y audiovisuales del inenarrable —por horroroso y por carente de imágenes no propagandísticas— genocidio camboyano y su conexión con la premiada opera prima Funan (Denis Do, 2018). Mientras, en “Espacios de imágenes del anime: Walter Benjamin y las políticas del consumo”, Jacqueline Ristola, de la Mel Hoppenheim School of Cinema de Concordia University (Montréal), conecta, curiosamente, los modos y tendencias de producción del anime con los escritos político-artísticos del filósofo alemán Walter Benjamin (1892-1940). Finalmente, en “La visión de África por parte de la animación clásica estadounidense: una historia lastrada por el racismo”, Ana Asión Suñer, de la Universidad de Zaragoza, da cuenta de otra terrible realidad pasada tergiversada por la animación en las décadas de los años treinta y cuarenta, principalmente, y que de alguna manera dulcificaba una injusticia secular para con el continente africano y sus nativos. En este texto, la autora analiza la historia de un agravio racial y cultural que ha tenido ejemplos en todo tipo de imaginarios y al que la animación no fue ajena, como evidencia la lista publicada en 1968 de cortometrajes prohibidos de las series Looney Tunes y Merrie Melodies, conocidos como The Censored Eleven, base del objeto de estudio.
Hablando de censuras, desde el lanzamiento de la plataforma de contenidos Disney + ha sido noticia la inclusión de la advertencia: “Este programa se muestra cómo se creó originalmente. Puede contener representaciones culturales anticuadas” antes de algunos de sus clásicos, afectando a Blancanieves, Dumbo, Peter Pan, La dama y el vagabundo o Los aristogatos, cuando no, bloqueando directamente éstos en las cuentas infantiles. Y eso en el mejor de los casos, pues también se ha censurado contenido reencuadrando escenas, como en Fantasía, o con remontajes, como en la Silly Symphony “Santa´s Workshop”. En un ajuste que algunos calificarán de revisionista y otros de necesario, abriendo el debate habitual sobre las realidades pasadas frente a las actuales y al que nosotros podríamos añadir, a modo de juego, las futuras. Puesto que, ¿quién nos dice que aspectos nuestra realidad contemporánea, comúnmente aceptados, no serán vistos con horror dentro de “tan solo” cincuenta años?
Aunque posiblemente lo recordaremos como doce meses nulos, 2020 ha sido forzosamente un año muy dinámico en cuanto a cambios y acontecimientos. Es evidente que las políticas de distribución y exhibición han dado un vuelco, lo que ha generado peligros —como vemos en el cierre temporal de muchas salas de cine— pero también inesperadas oportunidades —como la enorme cifra de festivales que decidieron, y seguirán decidiendo durante el presente año, celebrar sus ediciones online, dando por primera vez al público la oportunidad de visionar los contenidos sin viajar—. A pesar de que Internet solo nos proporciona un sucedáneo, lo que importa es seguir en pie, llevando los propósitos adelante mientras lo permitan las circunstancias. En este difícil marco se ha conseguido saldar, sin embargo, una importante deuda museística con la historia de la animación española, a través de Animación.es: Una historia en una exposición, comisariada por Samuel Viñolo y José Antonio Rodríguez: la muestra rinde tributo a los más conocidos hitos de nuestros dibujos animados, y que seguirá abierta hasta el 11 de abril de 2021 en las salas de la Imprenta Municipal-Arte del Libro, en Madrid. No se trata de la primera exposición institucional dedicada a la animación española, pero sí la primera que ha tenido el ánimo de reflejarla en su conjunto, y que previsiblemente dará pie a nuevas exposiciones.
Igual de anomálos que los tiempos que vivimos, nuestros obituarios también lo serán en esta ocasión. En el marco de la animación española se echará de menos a Ángel Izquierdo, leyenda de la animación 2D en España desde los años setenta, y fundador junto con Ángel Zurera del Estudio Milímetros, y que dirigió producciones como los largometrajes Dragon Hill (2002, Goya al Mejor Largometraje de Animación) y El cubo mágico (2006), entre otros. Para recordarlo con justicia nos hacemos eco de las palabras que el gran Raúl García le dedicaba en sus redes sociales: “Siempre con una sonrisa, Ángel ha sido el mejor mentor que ha podido tener toda una generación de artistas, contagiando a todos con su vitalidad y energía creativa, el amor por la animación.” (FB, 6-2-2021).
Es también ineludible comentar la noticia reciente: el cierre de Blue Sky Animation, el estudio filial de Fox que estuvo detrás de títulos como Río (2002) o la fecunda franquicia La edad del hielo (Ice Age, 2002-2016). Las pérdidas económicas que la pandemia ha causado en el conglomerado comercial Disney, al que Fox pertenece, ha arrastrado detrás a este destacable estudio del panorama internacional.
Por último, lamentamos el duro golpe que supone la desaparición del Hiroshima International Animation Festival (Japón), dirigido por la incombustible Sayoko Kinoshita desde su fundación en 1985, a instancias de la Association International du Film d’Animation (ASIFA). También conocido como el Festival Internacional de Cine de Animación por la Paz Mundial, desde 1990 se celebró bienalmente, en años pares, llegando a completar 23 ediciones —siendo la última, en 2020, necesariamente virtual—. En noviembre del año pasado, de forma unilateral, el consistorio de la ciudad nipona notificó a ASIFA la cancelación del festival, en aras de otra celebración en un marco artístico más general. Sin embargo, no se comprende la dilapidación de un patrimonio cultural y promocional de su magnitud, tratándose del que ha sido el festival de animación más importante de Asia, y uno de los principales del mundo. Deseamos que no sea tarde para rectificar.
No son, pues, buenos tiempos para la lírica, pero, ¿cuándo lo son? Por ello, que no es poco, Con A de animación agradece la colaboración de todos los autores que han participado en la revista, así como a los miembros de los Comités Científico y Asesor, y todos los revisores de artículos que han colaborado de buena voluntad. Queremos destacar igualmente el apoyo que la revista recibe por parte del Departamento de Dibujo, el Máster en Animación de la UPV, Editorial UPV y Nau Llibres (Valencia).
María Lorenzo Hernández
Antonio Horno LópezMaría Lorenzo Hernández
Antonio Horno LópezMaría Lorenzo Hernández
Antonio Horno LópezMaría Lorenzo Hernández