La animación es, por su naturaleza, un medio basado en el tiempo. Se trata de una disección del tiempo, una exploración fragmentaria, un viaje de descubrimiento fotograma a fotograma. Mediante la idiosincrasia del cine y de la percepción visual, el animador intenta reconstruir su propia comprensión de la realidad, veinticinco veces por segundo. La paradoja de esta acción se produce entre la observación del presente y la ejecución del resultado. En pocas palabras, es lo que el animador experimenta, y lo que realiza lo inanimado.Este pensamiento se basa en mis observaciones como profesional en el campo de la animación stop-motion, así como en mis consideraciones del paso del tiempo como ilusionista, mago y artista, y en el tiempo que he compartido con los objetos inanimados: la marioneta o cualquier otro objeto igualmente inerte, privado de vida. Sin percibir el tiempo mismo, las marionetas parecen inertes, estáticas e inconscientes, hasta que la cámara las despierta para compartir su momento con el público.