Este artículo aborda un corpus de cuatro cortos de animación provenientes de Centroamérica, puntualmente de El Salvador y Honduras, a fin de analizar cómo representan la violencia armada a partir de la apelación a elementos residuales de la guerra. La propuesta pretende, por un lado, demostrar que el trabajo con la animación amplía la reflexión acerca de la representación del conflicto armado en términos estéticos e históricos; y por el otro, se inscribe en una tradición regional del audiovisual emergido desde los “escombros” de las guerras que al reelaborarlos los dota de nuevas significaciones. Tales sentidos revelan claramente un discurso antibelicista, a la vez que propician en el espectador una conexión íntima —es decir, significativa pero también sensible, afectiva y personal— con los hechos y los relatos de violencia que impregnan la historia reciente de América Central.