La animación es un lenguaje que se nutre de la imaginación, la observación y la constante búsqueda de nuevas formas de expresión. Aunque se tiende a asociar con la industria del entretenimiento, su valor artístico trasciende a esta dimensión puramente comercial. Muchas de las creadoras y creadores vinculados a la animación desarrollan procesos propios en sus proyectos personales en base a la experimentación, el estudio y la exploración de tentativas estéticas y formales con métodos prioritariamente manuales y analógicos. Frente a una industria cinematográfica donde prima lo digital y el resultado en sí, y que trata de ocultar cualquier rastro del proceso, estos sistemas de creación autoral pueden suponer un acto casi rebelde y de resistencia frente a las tendencias mayoritarias. La experimentación expresiva, matérica, procesual o narrativa ha supuesto un motor imparable de creación en la animación, desde sus inicios, no en vano Donald Crafton defiende la visión y habilidad de los animadores y eleva esa distinción para hacerla digna de reconocimiento.