Durante siglos se ha promovido desde Occidente una visión fragmentaria y errónea del continente africano, un territorio sometido y esclavizado por algunas de las grandes potencias mundiales. El colonialismo ayudó a fomentar desde muy temprano una visión racista de África y su población, que quedó recogida en algunos cortometrajes de animación que se realizaron a comienzos del siglo XX. Lo hicieron dando una visión arquetípica del africano, tanto cuando lo dibujaban como ser humano— Jungle Jitters (Friz Freleng, 1938), The Isle of Pingo Pongo (Tex Avery, 1938)—, como cuando lo hacían proporcionándole rasgos de animal selvático —Africa Squeaks (Bob Clampett, 1940), Congo Jazz (Hugh Harman y Rudolf Ising, 1930)—, acciones en ambos casos encaminadas a acrecentar el sentimiento de inferioridad al que se quiso reducir a todas estas regiones.